miércoles, 3 de febrero de 2010

El Escriba Sentado (parte I)

Al entrar en la sala Cervantes casi estallo de la risa. Durante los 45' que me tomó buscar los libros en el catálogo, llenar las fichitas (dos tipos distintos: una para pedir los libros en esa sede, y otra para pedir que me traigan mañana los de la otra), entregarlas (aparentemente, “signatura” NO quiere decir “firme aquí”), y rehacer las fichitas (era la azul, no la verde! Y poné bien la fecha, los pediste para Abril!); pasé por todos los estadíos conocidos al hombre, especialmente las ganas de huir corriendo… finalmente, gracias a una de las asistentes, prevaleció el humor. Ambas nos tentamos de risa ante tanto que tuve que hacer y rehacer… Finalmente, cuando pude encontrar y sentarme en mi pupitre (nº77) llegan mis libros sobre el Egipto del Imperio Antiguo. El libro sobre el Escriba Sentado tendrá que ser mañana.

Irónicamente, esto es lo primero que leo sobre los escribas en el Antiguo Egipto:

“Mira, abre tus rollos de papiro y conviértete en un hijo educado con los libros provechosos desde un principio, del mismo modo que mi padre me educo a mí con textos que ya eran útiles incluso desde antes que él (existiera) (...). Yo comprendí que esto me favorecía y propiciaba mi ascenso, gracias a mi sabiduría y mi perspicacia (...) Por tanto, conviértete en un hijo formado con libros, pues sea cual sea la posición de un escriba en la Residencia (Real), nunca caerá allí en la miseria”
(Libro de Kemit, XI dinastía)


Comencemos entonces.

La figura del escriba: No asumiré que usted, lector, sabe de lo que se habla aquí, como lo haría mi compañera ex alumna del Mary Graham Narda Lepes: “yo no les tengo que decir cuanta sal poner, ustedes ya saben…”, no. Por tanto, he aquí una descripción de nuestro objeto de estudio.

Algunos estudios recientes estiman que el porcentaje de personas capaces de leer y escribir en el Egipto del Imperio Antiguo era de alrededor de 1 o 2 por ciento de la población masculina. En sus manos estaba la gestión y el control de los recursos del país como representantes del faraon, estos eran los funcionarios y sacerdotes. La escritura era un “asunto de estado”. Entiéndase que la cultura dominante era la oral, lo que explica el desarrollo de soportes expresivos alternativos a la palabra escrita como la iconografía, la arquitectura o la escultura, al objeto de transmitir eficazmente aquellos mensajes ideológicos que la realeza deseaba destinar a sectores más amplios de la sociedad.

Todos los funcionarios eran escribas, y las ventajas que la carrera comportaba –seguridad de la propia existencia, prestigio social y, sobre todo, una mayor o menos proximidad al rey.- hacían de este un empleo especialmente deseable. Ademas, a
l tratarse de una escritura enseñada en los círculos de la realeza y utilizada como vehículo de transmisión de los valores ideológicos de la nobleza, su aprendizaje iba acompañado inexorablemente a la asimilación de estos valores. De ahí su orgullo, como lo transmiten las estatuas de los escribas sentados, atentos a tomar nota del dictado y como a su vez reflejan los textos literarios:

“yo conozco el secreto de los jeroglíficos (palabra divina) y la composición de los rituales ceremoniales. (En cuanto) al repertorio de formulas mágicas, lo domino sin que ninguna me plantee dificultades. Soy, en efecto, un especialista excelente en su oficio y que descolla en sus conocimientos (…)”
(Estela Louvre; XI dinastía)


Que orgullo ser escriba! su orgullo pasaba también por, como se ha estipulado, cumplir con y hacer cumplir la palabra del Faraón, la maat (palabra divina); otros aspectos de la vida del escriba seran parte de la ilustración de unos principios generales, ocurre igualmente con las representaciones humanas, ya que en las representaciones individuales no se reproducen rasgos personales sino las cualidades genéricas asociadas a un grupo social.

Estas representaciones son las que encontramos en las cámaras funerarias de dichos personajes, y nótese que específicamente en el Imperio Antiguo, las obras escultóricas estaban destinadas exclusivamente para este uso, se trataba de cuerpos sustitutos (con más razón, hagamoslos a todos iguales!) que debían estar mágicamente dispuestos a contribuir, según revela una máxima del ritual de embalsamamiento, a que “tu cuerpo dure lo que dura la piedra en la montaña”. Y así era con todo en el Antiguo Egipto (para la posteridad):

“Te hare amar la escritura más que a tu propia madre. Te demostrare su belleza, que es mayor que la de cualquier otro oficio. (…) Mira, no hay ningún oficio en el que uno no reciba ordenes excepto el funcionario, en ese caso es el quien ordena. El saber escribir te será más útil y el trabajo en ella realizado dura una eternidad como las montañas.”
De la enseñanza de Jeti


Todos aquellos que leen estas palabras, son capaces de la producción y reproducción de la palabra escrita. Que sería de nuestro mundo sin ella? No lo sabemos, pero podríamos averiguarlo; hay gente que aparentemente está empecinada a sumirnos en la ignorancia que conlleva la omisión de la escritura. A desmerecer la enseñanza, y a quienes la confieren. Qué triste es el mundo donde el escriba ya no es admirado. Let’s change that.

Podrían argumentar que en estos tiempos de antaño, si bien la escritura era admirada, solo era reservada para la elite, por tanto, la mayoría vivía en la ignorancia; y así se consolidaba, en efecto, su Estado. Bien, así era, y así entonces pretende ser. Aun así, por qué no tomar lo bueno? Sin estos privilegiados no había admiración, por ende no habría ‘arte’, no tendríamos El Escriba Sentado, pero por sobre todo, no tendríamos aspiración.

La palabra, como los escribas, tanto nos ha dado. Y hasta que no tenga en mis manos y haya podido desmenuzar “El Escriba Sentado” (el libro que deben traer de la otra sede), esta es mi conclusión: sin saber del aspecto estético/técnico de la pieza, estamos ante alguien que puede apreciar la belleza y la sabiduría detrás de la palabra escrita y quien la transmite. Y eso es decir mucho. Y por eso, yo lo admiro. Porque, efectivamente, dura una eternidad, como las montañas, sus palabras implicitas resuenan hoy en quien les escribe más que nunca.
Bibliografia:
· "Egipto en El Imperio Antiguo (2650-2150 Antes de Cristo)". Moreno Garcia, Juan Carlos, Bellaterra, Barcelona, 2004.
· "El Antiguo Egipto: 3000 Años de Historia y Cultura del Imperio Faraonico". Eggebrecht, Arne, Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1990.

1 comentario:

  1. "por tanto, la mayoría vivía en la ignorancia; y así se consolidaba, en efecto, su Estado."

    Solo por curiosidad ¿Y el nuestro?
    Perdón, se me escapo.

    ResponderEliminar